La Carta de Porto Alegre: lectura obligatoria para los Comunicadores Católicos

La  Carta de Porto Alegre que se firmó al finalizar el Mutirao de Comunicación, constituye una formidable guía para todos quienes cumplen labores de comunicación.  Este documento se elaboró luego de intensas y extensas jornadas de reflexión continental e incluye aportes de comunicadores y expertos de  los distintos países que estuvieron representados en este  encuentro realizado  del 3 al 7 de febrero.

Procesos de Comunicación y cultura solidaria fue el tema central de cada una de las jornadas y el documento final será una orientación básica para las diarias actividades de los comunicadores que laboran en  los grandes  medios  y también aquellos que entregamos nuestro aporte desde espacios comunitarios, organizacionales, medios alternativos y populares. La carta de Porto Alegre fue firmada por la mayoría de asistentes al Mutirao de Comunicación pero su contenido es de lectura obligatoria para todos  quienes estamos comprometidos con la promoción de una Cultura Solidaria.

CARTA DE PORTO  ALEGRE

Somos comunicadores y comunicadoras solidarios con nuestros pueblos e integrados plenamente en su caminar. Compartimos los sufrimientos, las crisis, las alegrías y las esperanzas de nuestras hermanas y hermanos. Por ese motivo, y aún en medio de la crisis civilizatoria que nos atraviesa, que se expresa, entre otros factores, en la mundialización de las economías y en la libre circulación de mercaderías y de capitales especulativos, nos atrevemos a reflexionar y soñar alimentando la utopia y la esperanza.

Somos comunicadores y comunicadoras, investigadores, docentes, periodistas y estudiantes, de América Latina y el Caribe, reunidos en Porto Alegre (Brasil), del 3 al 7 de febrero de 2010, en el Mutirão de Comunicação, donde hemos sido invitados para analizar los Procesos de comunicación y cultura solidaria.

El Mutirão propició el intercambio de experiencias, de saberes y la comunión en Jesucristo entre comunicadores y comunicadoras con diferentes trayectorias personales, profesionales, políticas, religiosas, culturales, unidos no obstante en el compromiso y en la responsabilidad común con los pueblos de la región que luchan por la dignidad, la justicia, y en defensa de una democracia que sea capaz de garantizar la vigencia de sus derechos económicos, políticos, sociales y culturales.

Esta carta traduce nuestros sueños de futuro apoyados en el compromiso político de concretar una utopia construida sobre el rico bagaje cultural y religioso acumulado a lo largo de los años, que representa una enorme riqueza de nuestros pueblos y nuestras culturas, especialmente indígenas, negros y migrantes, constituyendo una herencia tantas veces despreciada. Este rico legado junto a la vitalidad de los movimientos sociales actuales, habilita el surgimiento de actores que tienen “derecho a tener derecho” y son los forjadores de nuestra diversidad cultural.

Decimos con Dom Helder Cámara que cuando soñamos solos es sólo un sueño; cuando soñamos juntos es el comienzo de una nueva realidad (Mensaje de Navidad, 1992). Por eso hacemos esta convocatoria a la acción que, sin abandonar una mirada analítica y crítica sobre la realidad política-social-cultural-religiosa y comunicacional, busca la construcción de una nueva ciudadanía comunicativa que contribuya a la plena vigencia de los derechos humanos y de las condiciones de una vida digna.

Compartiendo las incertidumbres naturales de quienes están involucrados en el proceso histórico social y sin pretender agotar las propuestas, pero con la firmeza de nuestras convicciones, saberes, experiencias, sensibilidad y pasión, e impulsados e impulsadas por el Evangelio de Jesús, soñamos con:

1. Una ciudadanía comunicacional que, en el marco de los procesos políticos y culturales, permita la participación creativa y protagónica de las personas como forma de eliminar la concentración de poder de cualquier tipo para, así, construir y consolidar nuevas democracias. Ciudadanía que no puede pensarse sólo en términos jurídicos, sino como una actitud y una condición asociada a la reivindicación de ser reconocido, de tener arte y parte en las decisiones que afectan a la vida en sus múltiples dimensiones, porque no hay democracia política sin democracia comunicacional.

2. Una palabra liberada de todo tipo de opresión y discriminación, para que se apropien de ella también los jóvenes y las jóvenes, los más pobres y pequeños, como germen de una cultura solidaria.

3. Políticas públicas de comunicación, elaboradas a partir de la idea de que la comunicación es un derecho humano y un servicio público, y en las cuales haya espacio tanto para la iniciativa privada comercial, como para los medios estatales, los medios públicos no gubernamentales y los comunitarios.

4. Una sociedad civil movilizada para incidir políticamente en busca de una comunicación libre, socialmente responsable, justa y participativa.

5. Ciudadanos, comunicadores y actores sociales preparados para sostener y vigilar prácticas comunicativas democráticas, participativas, inclusivas y apoyadas en una perspectiva integral del derecho a la comunicación.

6. Movimientos sociales, organizaciones populares, iglesias e instituciones que se apropien e incorporen en sus prácticas comunicativas los entornos y los procesos de las tecnologías de la información y los nuevos lenguajes a fin de ampliar su horizonte comunicacional y contribuir a la eliminación de la brecha informativa y digital.

7. Responsables de la gestión del Estado capaces de llevar adelante políticas públicas y estrategias de comunicación destinadas a asegurar el derecho a la comunicación a través de acciones pertinentes y efectivas que eliminen las diferencias y las desigualdades que hoy existen en materia de producción, acceso y circulación de todo tipo de bienes culturales.

8. Cristianos comprometidos y organizados que, a partir de su fe, tengan una presencia activa y transformadora en el campo de la comunicación incorporando las nuevas tecnologías en el espíritu y los lineamientos de esta carta.

Soñamos, en fin, con comunicadores y comunicadoras:

• Cuya práctica profesional esté marcada por la vivencia de una cultura solidaria, por criterios éticos y por una vida coherente con esos principios;

• Que se saben ante todo servidores del derecho de los ciudadanos a recibir y emitir información y opinión; no se subordinan a los intereses y las presiones del poder político o económico porque están comprometidos con la ciudadanía comunicacional;

• Que están junto a los empobrecidos e incorporan su mirada;

• Que impulsan el diálogo para enfrentar las contradicciones, inevitables en cualquier sociedad, con el fin de arribar a la paz y a la justicia;

• Que no se preocupan sólo de ser plurales sino más aún, de valorar las diferencias surgidas en el camino de la búsqueda de la verdad;

• Que suscitan solidaridad a partir de los procesos de comunicación;

• Que saben escuchar y estar atentos especialmente al clamor que emerge desde el murmullo de los silenciados para así contribuir a la visibilidad de los invisibles de hoy.